- septiembre 25, 2013
- Sin comentarios
- 5 minutos de lectura
Los desastres no son naturales, son sociales: investigador de El COLEF
Antonio Heras
Tijuana.- Al criticar la presentación oficial de los resultados de los fenómenos metereológicos “Manuel” e “Ingrid” como producto de un desastre natural, el investigador de El Colef, Juan Manuel Rodríguez Esteves dijo que “el desastre es social, lo único natural es el fenómeno natural que desencadena una serie de situaciones negativas para la sociedad”.
Visto de otra manera, advirtió el investigador, el desastre sólo es la punta del iceberg y se debe convivir con aquellos que ya sabemos provocan daños y que son cada vez más frecuentes.
Agregó que ante la recurrencia de este tipo de desastres se debe analizar el papel que juega la vulnerabilidad de los asentamientos humanos en las zonas costeras y en cualquier asentamiento urbano.
“Ante la magnitud del desastre, conviene preguntarse, ahora y siempre, por qué los daños ante este tipo de fenómenos naturales cobran cada vez más víctimas y problemas sociales a diferentes escalas” cuestionó Rodríguez Esteves al tiempo de comentar que una primera explicación podría ser la intensidad de los fenómenos naturales que impactan las zonas costeras de México, el cambio climático, y otra la poca preparación de la sociedad en su conjunto para hacerles frente.
La vulnerabilidad puede ser entendida de manera muy general como la propensión de una sociedad a sufrir daños asociados a una amenaza, en este caso un fenómeno natural intenso, y su capacidad de hacerle frente y recuperare en el menor tiempo posible.
El doctor Rodríguez Esteves expresó que la forma que se construyen las ciudades mexicanas evidencia la poca importancia que se le da al tema del riesgo de desastre ante diferentes amenazas, ya que se sigue construyendo sobre lugares no aptos para el desarrollo urbano, tampoco se considera la vocación natural del territorio al momento de decidir el tipo de actividades productivas se van a desarrollar, ni se respetan los planes y programas de ordenamiento urbano o del territorio.
Es emblemática la situación que vive Guerrero, y en particular Acapulco, ya que a pesar de los daños provocados por el huracán Paulina en septiembre de 1997, que provocó 400 muertes y daños a la infraestructura por más de 7 mil millones de pesos, pareciera que no hubiera ocurrido nada y “se cae nuevamente en presentar a la tragedia como un desastre natural” donde las autoridades ni la sociedad pudiera hacer algo para prevenirlo.
Por lo tanto, reiteró que el desastre es social y muestra contextos y situaciones específicas, “el impacto de Manuel en Guerrero, ocurrió durante un fin de semana en el que muchas personas aprovecharon el puente de asueto del 16 de septiembre, lo que provocó que poco más de 40 mil personas quisieran salir del puerto de Acapulco vía aérea, ocasionado caos en el aeropuerto inundado”.
Ya se habían presentado lluvias los días previos al ciclón, lo que representó que el suelo se saturara y favoreciera la escorrentía y el desarrollo de avenidas rápidas de ríos y arroyos.
“Esto se convierte en problema cuando los cauces por donde pasa el agua de lluvia se encuentran invadidos por casas, carreteras o se encuentran desviados para ganarle tierra al río”, comentó.
El Investigador y Director del Departamento de Estudios Urbanos y del Medio Ambiente de El Colef consideró que al ocurrir el desastre en el mismo lugar “los 12 mil millones de pesos que el gobierno federal destinará para la reconstrucción de las zonas afectadas por los ciclones será insuficiente por la sencilla razón que el proceso de reconstrucción debe considerar la reducción de los rezagos urbanos, sociales, ambientales, organizativos y normativos que se presentan en las últimas décadas, si es que se quiere evitar una futura tragedia igual o mayor que la actual.
“El presupuesto sólo podrá solucionar los problemas más inmediatos de los damnificados, que son muchos, y son muchas las necesidades. Debemos aprender a convivir con los fenómenos naturales, y especialmente con aquellos que ya sabemos provocan daños y que son cada vez más frecuentes, y no debemos olvidar que la naturaleza nos cobrará factura de lo que dejamos de hacer en el presente en materia de prevención”, sostuvo.