Alexander y el fútbol

Gabriela Martínez/La Jornada BC
Tijuana.- En los días de calor, Alexander no pedía agua ni refresco, lo que más le gustaba era un líquido congelado, color rojo y con sabor a fresa, al que le decía: “ais”.
Su padre Rafael Sánchez Macedo recuerda que para darle gusto, detenía al vendedor en turno y le compraba su “bon ice”.
“Era inquieto como cualquier niño, le gustaba mucho jugar, pero si hablamos de qué era lo que más le gustaba te puedo decir que siempre me pedía su “¡ais-ais!”… así lo pronunciaba porque estaba chiquito, cuando lo escuchaba decir eso, ya sabía que era el señor de los jugos”, advierte.
El próximo 28 de febrero Alexander cumpliría tres años, de no ser porque el domingo anterior cayó en una alcantarilla, ubicada en un lote baldío de un terreno entre un cerro, la cual fue adaptada como patio de juegos por las familias que viven cerca del lugar.
No tuvo la oportunidad de ir a la escuela, pero eso no evitó que aprendiera otras cosas, dice Rafael, una de ellas era el futbol.
“Cuando me preguntan que jugaba, les digo que fútbol. Era muy chiquito, yo creo que no medía ni un metro, pero así de chiquito, ya pateaba el balón… no tuvo oportunidad de irle a ningún equipo, pero… sí… yo sé, yo estoy seguro que sí le gustaba”, comenta al revivir fragmentos de su corta vida.
Uno de los vecinos, Carlos Parra, de 47 años, dice que lo conocía casi desde que nació, al igual que a sus tres hermanos.
Ese domingo apenas llegaba del trabajo cuando se enteró de la noticia. Lo primero que hizo fue dejar en la mesa una caja de herramientas que cargaba, luego corrió hacia el terreno en donde estaba la alcantarilla a donde cayó Alexander.
“Qué le digo, era un chiquito normal, mis hijas jugaban con ellos todo el tiempo, aquí, en este mismo patio, y digo patio porque pues, no hay donde más puedan hacerlo, aquí los niños juegan futbol, andan en la bicicleta, o corriendo, lo que cualquier otro niño”.
Desde que ocurrió el accidente, hace tres días, antes de ir al trabajo se asoma por el lote baldío, a veces piensa que un día podría verlo por ahí, y cuando llega del trabajo, regresa para mirar los trabajos de búsqueda que realizan los bomberos y el personal de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT), pero nada, no hay resultados.
Laura Sánchez Valenzuela es mamá de Alexander. Lo último que recuerda es lo delgado de su brazo.
El día del accidente, cuando lo miró caer por el drenaje, se arrojó al hoyo de 30 pulgadas, y aunque casi la arrastraba por la corriente, recuerda haber tocado el bracito de su pequeño brazo.
“Es que… uno no piensa, solo me tiré… pero no lo alcancé” expresa al tiempo de advertir que aÑ aventarse, uno de los vecinos la tomo del cuerpo y alcanzó a sacarla antes de que la corriente se la llevara. Su cabeza estaba llena de sangre, porque al caer algo la golpeó, pero los nervios no la dejaron ni sentir el zarpazo.
El cuerpo de Alexander mide cerca de 90 centímetros y no pesa más de 35 kilos, dice su madre.
En una de las fotos que guarda en su celular, el pequeño asoma su rostro, y con sus ojos rasgados mira hacia la cámara, mientras que sostiene dos juguetes de plástico entre sus manos.
En la fotografia se adivina el brazo que su madre toco por última vez el mediodía del domingo 1 de febrero